Dora la Exploradora es malvada

Hoy estaba viendo Bob Esponja en la tele y sin previo aviso el aparato ha empezado a emitir gritos de niños e imágenes a tal velocidad que convertirían una convención de epilépticos en la mayor fiesta de la espuma de la historia.

Los gritos eran de niños y niñas que aclamaban a Dora una y otra vez. Bien, la tal Dora ha comenzado un show en el que los protagonista eran los perros y los antagonistas eran los hombres del servicio municipal de recogida de animales abandonados. Dora y sus amigos -una especie de mapa del tesoro y una cantimplora llena de orina- se dedicaban a promulgar sus creencias hipiescas diciendo que había que salvar a los perros de los malvados señores del servicio municipal de recogida de animales abandonados que los querían cazar para, según ella, hacerles cosas sexuales.

Perro incapaz de predecir nada.

Alguien tendría que decirle a Dora -y por alguien, me refiero a vosotros- que no todos los perros del mundo son buenos y no todos los trabajadores del servicio municipal de recogida de animales son malos. Porque cuando un niño llegue a casa con la cara mordida y espumando debido a las primeras fases de la rabia, ¿quién va a explicarle que lo que le dice Dora es mentira? ¿Quién le va a explicar que en este caso, el perro es malo y el señor del servicio municipal de recogida de animales abandonados es bueno?

Sí, puede que sean matices. Pero cuando un padre llegue a casa y descubra que ésta ha sido invadida por decenas de malolientes perros callejeros que han defecado sobre su valioso sofá Luis XIV, ¿quién evitará que mate a los perros? ¿Su hijo? ¿Dora? ¿Los peces gordos de Whasington?

Por último está el probable caso del hijo del señor que trabaja en el servicio municipal de recogida de animales abandonados. Cuando vea a Dora -su Diosa- diciendo que su padre es peor que Hitler, ¿Quién pagará las costosas sesiones de psiquiatra a las que deberá someterse ya en la adultez para librarse del recuerdo de su padre enjaulando perros?

Pensad en ello.

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