Sabores que añoramos
Ruffles lleva años descuidando a los amantes del picante patatil. Aun recuerdo cuando podíamos disfrutar de las Ruffles Chili Bravas en las tiendas -remarcaban lo del picante poniendo dos sinónimos de picor en el nombre-. Recuerdo cómo se quedaban las manos rojas por la mierda roja que llevaban y el horrible picor cuando comías una que estaba demasiado saturada por ese polvo, era como comer un pegote de pimienta de cayena. Pero esas eran las mejores, las que estaban demasiado fritas y habían absorbido tanto picante que su ADN de patata mutaba. No sé si volverán alguna vez, pero espero rezar al dios tentacular adecuado para ello.
Cuando pienso en la McRib, una extraña sensación de vacío se apodera de mí. La misma que sentí cuando un buen día, hace años, me encontré con que mi hamburguesa del McDonald´s favorita había desaparecido de la carta. Hicieron falta 4 chicos de los que salan las patatas para calmarme y para que dejara de destrozar el local. Luego, sentados en las ruinas de lo que fue su único medio de ganar dinero, me explicaron que se había ido a otro planeta para hacer feliz a los niños de allí. Me dolió, pero lo entendí. Desde entonces aguardo a que vuelva algún día, con su carne de ¿cerdo?, su salsa barbacoa, sus cachos de cebolla cortados a machete... ¡Vuelve McRib!
Dejo para el final el sabor que marcó un antes y un después en mi vida. Los Drakis aparecieron un día en la tienda, sin hacer ruido. Su forma llamaba la atención y obligada a tu inocente mente de infante a comprarlos. Saltaban a la vista sus innumerables usos, como por ejemplo como sustitutivos de tus dientes y muchas más cosas... Pero ¿y el sabor? La bolsa aseguraba que sabían a bacon y a queso. No creo que usaran en ellos mucho más bacon del que se utiliza en la fabricación de bujías de alto rendimiento, pero la cosa es que saborearlos era como saborear la ambrosía. Y luego, tras mucho tiempo de disfrute junto a ellos, se fueron sin dar una explicación. Abandonaron mi vida y con ellos, una parte de mi ser. Una parte que nunca he recuperado: la cordura.
Espero que estas líneas lleguen a algún responsable de las citadas marcas y le hagan llorar de emoción. Sólo ellos pueden hacerles volver.
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