La peor fobia vive dentro de ti
Miedo a las uñas cortadas, miedo a volar desnudo, miedo a la imitación de los Smacks que se vende en el DIA, miedo a los botones de los ascensores... hay tantos ejemplos de fobias como personas hay en este ingrato mundo.
En ocasiones los fóbicos lo tienen fácil para evitar su miedo. Así, una persona que tenga miedo a las palomitas que se quedan sin hacerse en la bolsa de palomitas para microondas, no tiene más que comer cualquier otro snack para no pasar un desagradable rato frente a una bolsa de la que sale vapor. Por otro lado se dan casos de fobias que son más difíciles de evitar. Si uno tiene miedo a ser atropellado por un coche conducido por un abuelo y su nieto -y tienen que cumplirse todas las circunstancias- se pasará el día entornando los ojos para ver si el coche que se acerca es un abuelo o una rubia.
Pero existe una fobia a algo que vive dentro de nosotros. Es una fobia conocida como hemofobia o miedo a la sangre. Puede parecer una tontería, pero poneros en esta situación. Una de las fobias más comunes es el miedo a las cabezas de las palomas -de hecho, un reciente estudio afirma que el 60% de la población sufre de esta fobia-. Ahora imaginaros que, teniendo miedo a las cabezas de las palomas, cada vez que os hicierais un corte salieran cabezas de paloma por la herida, mirándote con ojos vacíos de columbiforme, con un pico carcomido por años de picotear de la acera... Da miedo, ¿verdad? Pues eso es lo que les pasa a los hemofóbicos. Su peor temor está dentro de ellos y el mínimo corte puede hacerlo florecer.