Genocidio mascotil


¿Qué ha pasado con Chocos el oso? Hace unos meses desapareció de las estanterías de los supermercados y nunca más se supo. Al parecer fue devorado por Chocokrispies el mono, ya que ha sido el sarnoso mono sonriente de Nestlé el que lo ha sustituido.

Este es uno de los muchos casos que se dan y se han dado de limpieza sistemática de mascotas a lo largo de la historia. Los usan durante unos cuantos años y cuando pierden la gracia, engordan, son odiados por los niños -cada vez más modernos y difíciles- o se dan a la bebida, se les "gradúa" en la universidad de la mascota. Nunca más se sabe de ellos y se los sustituye por personajes más en la onda, son más cool o como quiera que digan "tener más estilo" los niños de hoy en día.

Recuerdo un caso que me afectó especialmente de niño. Y es que en mi punto álgido en lo que ha devorar cereales se refiere, mis preferidos eran los Chocopics, que eran los antiguos Chocapics y estaban capitaneados por un Molino gris y sin carisma. De golpe y porrazo, ese molino dejó paso a un perro sarnoso que se creía mejor que nosotros -con razón- y que atendía al nombre de Pico. Yo me pasé los consiguientes meses atormentando con mi aguda voz a mi madre en el supermercado, preguntando una y otra vez por los cereales del Molino.

Un molino sin carisma: otra de las víctimas de esta moda infame.

El último caso que voy a exponer para ilustrar esta preocupante moda que se va imponiendo, es a su vez uno de los más recientes, conocidos y discutidos, es el caso de los mafiosos de las bolsas de Risketos, tristemente sustituidos por una banda de Riskteos raperos que piden a gritos que los maten. Antes, los Risketos "eran una cosa nostra", ahora, "Son los que mas molan". Horrible. En un intento por "modernizarse" han matado a la mafia y han puesto en su lugar a unos raperos en una especie de horrible catarsis colectiva de la juventud que está dispuesta a hacer de todas las cosas buenas que nos quedan una gran mierda.

Los hijos del método Milton

Hay gérmenes que resisten el hervido, ¿arriesgaría la salud de su hijo? Protejalo con el método Milton. ¿Qué madre se iba a arriesgar con semejantes amenazas?

Con un 45% más de malformaciones que la competencia.

Con esta amenzante consigna conseguían que las madres más psicóticas del mundo compraran las pastillas para la esterilización del agua Milton. Seguro que recordáis el anuncio. Aparte de la frase con la que he abierto la entrada de hoy, salía un niño que, después de beber agua tratada con el infame producto, emitía un gorjeo de satisfacción que sólo podía significar que su sed de yonki estaba satisfecha. Ese gorjeo me ha perseguido toda la vida en pesadillas.

Curisosamente, buscando información sobre este maléfico producto y el anuncio que me marcó de por vida, no he encontrado nada. No hay nada, salvo foros de damnificados por los efectos a largo plazo de los que no se hablaban en el anuncio, a saber: mareos, desorientación, cierta monstruización, pérdida del pene... Innumerables efectos secundarios que sufren miles de personas all around the world.

Esto es lo que más me preocupa, ya que hay claras evidencias de un intento de borrado de pruebas sobre la existencia de este producto. Mientras escribo noto cómo las afiladas garras del destino se ciernen sobre mi cuello, ya que con esta entrada haré temblar a muchos de los antiguos directivos de la despiadada multinacional que comercializaba el método Milton, que hoy viven holgadamente y libres de punición en paraísos fiscales. Es probable que en cuanto publique esta entrada, un ejercito de niños Milton entren destrozando mi ventana y me hagan tragar pastillas hasta que me esterilice por dentro y no pueda vivir sin mis mi flora intestinal y esas cosas mágicas.

Sí, niños Milton. Espeluznantes niños blancuzcos que se han quedado con forma de bebé pero con aptitudes de mercenario. No lo dudéis, en la próxima gran guerra, el bando ganador será el que tenga de su lado a los niños Milton.

Fantasmas con retraso


Ayer vi un infame film sobre fantasmas, quinceañeras con traumaúra mental y misterios de chichinabo. En él, la niña con pocas luces recibía mensajes de un fantasma que intentaba decirle cosas sexuales, muy sexuales. El problema es que no se entendían. No había feeling. Puede que fuera por la sangre que salía a borbotones de la boca del fantasma cada vez que hablaba. Puede que fuera por su abrasada cara con aspecto de anuncio de embutido. O puede que el problema fueran los ruidos siseantes y los golpes que emitía al arrastrarse por la habitación de la niña que, como es normal, se hacía cacas cada vez que recibía la visita del fantasma de la navidad.

Y es de eso mismo de lo que quiero reflexionar. Siempre que un fantasma quiere decir algo, hace sangrar las paredes o planta niños con muñones en el sofá del abuelo. ¿Esta forma de actuar tiene algún beneficio que escapa a nuestra comprensión? ¿Por qué los fantasmas, en vez de gritar con fetos triturados en la boca no se limitan a hablar? ¿Por qué no se sientan al calor de un fuego con la persona con la que quieren hablar y hablan?


Compra tomates Billy.


Puede que esta incapacidad de mantener una conversación normal se deba al trauma de la muerte o al dolor que ésta genera, pero lo que está claro es que no es una buena forma de comunicación y el resultado es siempre el mismo: el mensaje llega cuando el receptor pierde el miedo al emisor, y eso, es casi siempre demasiado tarde. A esas alturas de la película la mitad de la familia del receptor suele estar con el cerebro abonando las rosas del antagonista de turno.


Así pues, animo a los fantasmas de las películas a tomar formas de cosas cotidianas, como un cojín o una mazorca de maíz y prueben a susurrar en vez de gritar y a manchar las paredes de rico chocolate en vez de usar sangre. De esta manera el mensaje llegará antes y estas películas de puta mierda durarán menos.

Nintendo 3DS: quiere tus ojos

Puede que sea para la pérfida colección de algún jerifalte de Nintendo, puede que los necesiten para hacer funcionar un infame máquina para traer a este mundo a pútridos espíritus del inframundo o puede que en la cantina de la fábrica que Nintendo tiene en Japón se sirvan ojos humanos con soja y arroz. Desconozco el motivo, pero lo que queda claro cuando pruebas la Nintendo 3DS es que Nintendo quiere tus ojos.


Ahora con más ojos.

He tenido la desgracia de probarla en una tienda y he comprobado cómo funciona: usa dos pantallas que emiten una imagen para cada ojo. Es tan malo como suena. Lo único que se consigue es un tremendo dolor de cabeza y cataratas para cada ojo. Terminas mirando la consola como si fueras un estrábico comiendo limones.

Al cabo de tan sólo 5 minutos jugando odias la 3DS y te sientes realmente mal. Te duele la cabeza y te sientes aturdido y desorientado. En ese momento eres una presa fácil para ladrones y violadores, así que juega siempre acompañado de alguien de confianza que te pueda acompañar hasta tus aposentos en lo que será la peor noche de tu vida. Porque es durante la noche cuando el riesgo de perder los ojos se multiplica. Es por la noche cuando Nintendo reclama lo que es suyo.

Sabores que añoramos


Entraron en nuestras vidas con la grasienta intención de hacernos felices. Eran nuestros favoritos, y cuando teníamos oportunidad, acudíamos a ellos en busca de saturadas sensaciones, aromas e inspiración. No estoy hablando de Buda. Jesús no tiene cabida en este blog y tampoco hablo de Mariano Mariano. Hablo de cosas mucho más banales que los citados dioses. Hablo de alimentos que ya nos dejaron porque su tiempo pasó. Alimentos elaborados a base de aromas venidos de ultramar y extraños animales ya extintos. Quizá esta última sea la verdadera razón de la desaparición de estos tres sabores de mi infancia: las Rufles Chili Bravas, la McRib, y los Drakis.

Ruffles lleva años descuidando a los amantes del picante patatil. Aun recuerdo cuando podíamos disfrutar de las Ruffles Chili Bravas en las tiendas -remarcaban lo del picante poniendo dos sinónimos de picor en el nombre-. Recuerdo cómo se quedaban las manos rojas por la mierda roja que llevaban y el horrible picor cuando comías una que estaba demasiado saturada por ese polvo, era como comer un pegote de pimienta de cayena. Pero esas eran las mejores, las que estaban demasiado fritas y habían absorbido tanto picante que su ADN de patata mutaba. No sé si volverán alguna vez, pero espero rezar al dios tentacular adecuado para ello.


Horrible ser que le daba su característico sabor picante a las Chili Bravas.

Cuando pienso en la McRib, una extraña sensación de vacío se apodera de mí. La misma que sentí cuando un buen día, hace años, me encontré con que mi hamburguesa del McDonald´s favorita había desaparecido de la carta. Hicieron falta 4 chicos de los que salan las patatas para calmarme y para que dejara de destrozar el local. Luego, sentados en las ruinas de lo que fue su único medio de ganar dinero, me explicaron que se había ido a otro planeta para hacer feliz a los niños de allí. Me dolió, pero lo entendí. Desde entonces aguardo a que vuelva algún día, con su carne de ¿cerdo?, su salsa barbacoa, sus cachos de cebolla cortados a machete... ¡Vuelve McRib!


Elaborado con una rara raza de gusanos ya extinta.

Dejo para el final el sabor que marcó un antes y un después en mi vida. Los Drakis aparecieron un día en la tienda, sin hacer ruido. Su forma llamaba la atención y obligada a tu inocente mente de infante a comprarlos. Saltaban a la vista sus innumerables usos, como por ejemplo como sustitutivos de tus dientes y muchas más cosas... Pero ¿y el sabor? La bolsa aseguraba que sabían a bacon y a queso. No creo que usaran en ellos mucho más bacon del que se utiliza en la fabricación de bujías de alto rendimiento, pero la cosa es que saborearlos era como saborear la ambrosía. Y luego, tras mucho tiempo de disfrute junto a ellos, se fueron sin dar una explicación. Abandonaron mi vida y con ellos, una parte de mi ser. Una parte que nunca he recuperado: la cordura.


Hechos con auténticos dientes de niños pobres.

Espero que estas líneas lleguen a algún responsable de las citadas marcas y le hagan llorar de emoción. Sólo ellos pueden hacerles volver.