Los misterios de los mosquitos oculares

Llega un momento en la vida de todo ser humano en el que un mosquito decide que su ojo es un buen lugar para vivir. Puede que pase cuando vas en bici, puede que pase cuando das un tranquilo paseo en un día ventoso o puede que decidas adoptar a mamá mosquito para que no pase frío en invierno.

Sea como sea, en el momento en que un mosquito entra en tu globo ocular hay dos posibilidades: o bien sacas un lagrimoso y semi amputado cadáver de mosquito o bien te pasas horas hurgando en el ojo sin encontrar nada y con el resultado de un picor que se prolongará en el tiempo.

Pero el picor no es más que un pequeño efecto secundario comparado con el problema REAL: ¿Dónde se esconde el dichoso bicho? ¿En qué oscuro recoveco de nuestro cuerpo termina? 


Quiere tu cerebro

Porque hay veces que tenemos suerte y sacamos un mojado y confuso mosquito que aplastamos con furia por haberse atrevido a violarnos, y hay veces en las que lo único que conseguimos es meternos el dedo hasta rozar nuestra escasa mas encefálica y YA. No conseguimos sacar el bicho. Como mucho le amputamos alguna de sus patas, lo que lo enfurece más y lo convierte en el doble de peligroso estando ahí dentro, donde sea que esté. 

El enigma está servido. Ya basta de cortinas de humo. La crisis es solo una escusa para que no abramos lo ojos y salgan los mosquitos que tenemos dentro. Porque, no lo dudéis, tenéis mosquitos dentro de vuestra cabeza, tras los globos oculares, vigilando, controlando. ¿La razón? Nadie la sabe, excepto las altas esferas y la élite. Siempre la élite. La élite que, a su vez, está controlada por mosquitos. LA ÉLITE SON MOSQUITOS. 


Y YA.